Infinita. Y fría. Mustia sombra de ojos cerrados
Sorbe la mancha blanca de la que soy esclavo. En su pecho abierto descubren mis indefensos pulmones
Entre estrechos pasillos rondan sus vacíos, extraviados cruces del destino
Transito sus calladas luces, silencios perdidos, adoquines duros como guerras
La gran ciudad asoma sus vísceras cuando duermo